“En marzo de 1935 encontró el primer remedio de la nueva serie, Cherry Plum. Unos días antes había estado sufriendo una seria inflamación de los senos frontales, un dolor atormentador en los pómulos y un dolor de cabeza enceguecedor y persistente.
El dolor era tan intenso que se sentía desesperado, como si la vida ya no fuera posible sin la pérdida de la razón. Sabía que debía estar a punto de descubrir el remedio para este estado mental y una mañana temprano salió a recorrer los campos y los senderos buscándolo.
Fue entonces cuando encontró un seto cubierto por las flores blancas de Cherry Plum, y cortó algunas de las ramas florecidas, llevándolas a su casa. La planta era de índole ruda y leñosa, y el sol a principio de primavera no tiene la fuerza que adquiere más adelante; de modo que decidió hervir las ramitas florecidas en agua sobre el fuego.
Hizo esto, dejándolas hervir a fuego lento durante una hora. Cuando se hubo enfriado, coló el líquido, retiró éste y tomó unas pocas gotas del remedio. Casi de inmediato cesó su agonía mental junto con ella su dolor físico.
A la mañana siguiente estaba totalmente curado” Los descubrimientos del Dr. Edward Bach (Nora Weeks).
Hay varias maneras posibles de pensar sobre el Cherry Plum. En el caso particular que me ocupa quisiera referirme a este remedio desde su patrón esencial más que por sus aplicaciones clínicas.
En los Doce Curadores Bach señala, en relación a esta flor, el miedo a que la mente se descontrole junto a la naturaleza compulsiva de tal reacción y agrega, en las conferencias Masónicas que, “este miedo es el que se presenta cuando una situación extrema amenaza con desbordarnos y nuestra mente teme no poder soportar la tensión. Estos miedos se desencadenan, generalmente, cuando enfrentamos cosas que no haríamos normalmente, o incluso ni siquiera pensaríamos en ellas ni por un momento…”
Si ponemos blanco sobre negro los puntos sobre los que Bach insiste al hablar de esta esencia podríamos advertir que existe una suerte de implicancias estructurales entre los diferentes elementos que señala como componentes necesarios de la vivencia Cherry Plum.
Tal vivencia surge como miedo ante una situación extrema e inusual que amenaza con desbordar al sujeto, conjugado con la presencia de una intensa sensación de no poder soportar la tensión que se sufre, situación que da lugar a que aparezca, entonces, temor al descontrol (perder la razón, cometer actos horrendos, terribles e involuntarios) aunado a la continuidad compulsiva de la idea y la impulsión a hacer lo que se teme.
Toda esta serie de síntomas perfilan una figura clínica que puede mirarse, por una parte, como un déficit del Yo en su capacidad de conducción de los procesos anímicos, o como un brote de la sombra en la conciencia o como una crisis en la cual el Yo teme perder el control debido a que la persona cambia hacia una conducción intuitiva de la vida. En esta última opción el miedo Cherry Plum surgiría como el resultado del conflicto entre el cuestionamiento a la razón y la resistencia a abandonarse, totalmente, en las manos de la guía interior no analítica propia del inconsciente.
El sentido de esta crisis es abrirnos a la posibilidad de un aprendizaje que consiste en liberarnos de la perspectiva limitada de la personalidad para dejar fluir la conducción del alma sobre nuestra vida. Al igual que en el Rock Rose y en el Sweet Chestnut nos encontramos aquí con una experiencia de quiebra del yo y una apertura o expansión de la conciencia que nos pone en contacto con la dimensión iniciática de la existencia.
En esta dirección el Cherry Plum señala el accionar del misterioso e irrefrenable impulso que todos los hombres llevamos dentro de nosotros y que nos empuja a arrojarnos hacia lo desconocido, al cambio sin una base racional, operando como un extraño e inexplicable deseo de ir hacia delante, hacia los horizontes de la vida. Es por eso que, nuestro Yo conservador, racional prudente guiado por el principio de realidad, observa, con horror y miedo al descontrol, el afloramiento de esta fuerza indomable y juvenil que confiada en la providencia se dispone a caminar al borde del precipicio sin vacilación y sin mirar las consecuencias de sus actos.
Este acercamiento al Cherry Plum vincula a esta esencia con el arquetipo de Dionisio uno de los nombres en los cuales se expresa el arquetipo que en el Tarot aparece como el Loco. Si, entonces, repensamos el Cherry Plum desde el alma y no solo desde la personalidad, vamos a apreciar que la presencia de las emociones propias de esta flor denuncian la llegada de la persona a una encrucijada en su vida desde donde debe dar un salto hacia lo desconocido, tomar el riesgo que significa el comienzo de un nuevo camino y, como el Dios griego, abrirse a la oportunidad de un segundo nacimiento.
Planteadas así las cosas, el Cherry Plum se nos manifiesta como un remedio liberador de las ataduras de la personalidad, un poder que empuja a volar más allá de la función cognitiva y que indica la presencia de un cambio de conciencia profundo e importante. Por lo tanto, el descontrol propio de este remedio puede ser repensado como un mecanismo universal que da tanto cuenta de la gestación de procesos patológicos, como el cáncer o la locura, pero también de las posibilidades sanadoras como dormir, tener orgasmos o aventurarse a dejar que nuestro Dionisos interior nos lleve por el camino que tenemos que seguir, aunque nuestro Yo se resista empantanado en las certezas del conocimiento, la lógica y las seguridades que le da saber a dónde se dirige.
Entonces, al observar a un paciente transitando un estado Cherry Plum podemos bien pensar que los demonios de la sombra se han apoderado de él, que a perdido su nivel adecuado de adaptación o que se encuentra en un punto de inflexión significativo de crecimiento; frente a una apuesta que la evolución le propone, una convocatoria, un llamado que reclama ser oído… En los dos primeros casos será considerado una emergencia, en el segundo un emerger. Entre el vaivén de emergencia y emerger, por donde la nueva conciencia del Sujeto asoma, los terapeutas preferimos, usualmente, ver la rigidez, la locura y la compulsión antes que el llamado; la tranquilidad de un diagnostico conocido antes que la presencia de un desafío.
¿No valdrá la pena rescatar a Cherry Plum de la dimensión a la cual lo hemos condenado y retomar la cuestión de que esta esencia nos lleva de la mano a bucear en el mar de lo que rechazamos e ignoramos de nosotros mismos? ¿Qué el descontrol, que grita desenfrenado que se le permita surgir en el Cherry Plum, es la voz de nuestra intuición que demanda tener cabida en nuestras vidas? ¿Qué este asomo sintomático se revela así porque ya no cabe otra manera, ante tanta represión, de hacer que se reconozca su presencia y sus necesidades?
Si somos capaces de descubrir tras las conductas “locas” el sentido de una vocación hacia la trascendencia estaremos ayudando al paciente a dejar de ver sus conductas “descontroladas” como desventajas para comenzar a tratarlas como talentos ocultos que esperan ser apreciados.
EDUARDO H. GRECCO