Las consecuencias clínicas
Hilvanada así la reflexión anterior, previamente al abordaje de Mariposa Lily, debemos decir ahora que este remedio se presenta como una herramienta crucial para todas los seres humanos, ya que -sea por vía biográfica, prepersonal o transpersonal- todos nosotros cargamos con alguna cuenta pendiente con mamá, con alguna situación en donde las insuficiencias parecen predominar.
A veces, desplazamos estas insuficiencias al cuerpo, en síntomas (especialmente digestivos, circulatorios, respiratorios y óseos), o al psiquismo (como por ejemplo las psicosis o los sentimientos de desamparo, desolación y abandono) y, muchas otras veces, proyectamos en nuestras relaciones interpersonales, los conflictos, deudas y temores conectados con esta constelación materna. Además de sanar nuestra relación con mamá -y todo lo que ello implica- Mariposa Lily equilibra nuestra personalidad, nos da una mayor conexión con nuestro cuerpo -vivido como el pivote de nuestra existencia-, nos reconcilia con nuestra familia, nos amiga con nuestro pasado y nos reconecta con nuestras emociones.
Nos hace comprender que madre, familia, personalidad, cuerpo y memoria son una serie de estructuras que, si bien pueden atarnos regresiva y a veces dolorosamente al ayer, también pueden devenir en “medios de navegación” hacia el desapego por el sendero del crecimiento. Son sistemas de referencia que, cual “pista de despegue”, a veces nos retienen en ella, con el argumento de las “malas condiciones climáticas”, otras nos obligan a un involuntario “aterrizaje forzoso” por “falta de combustible”, pero a partir de un momento de nuestra historia personal bien podemos lograr, al fin, que nos sirvan de “plataforma”, para que desde allí aprendamos a remontar vuelo por nuestros propios medios, con nuestro propio avión y a nuestro aire. Y tal vez, entonces, podamos decir, como el gran poeta argentino Juan Gelman: Hemos quemado el miedo, / hemos mirado frente a frente al dolor, / antes de merecer esta esperanza.
De alguna manera, Mariposa Lily nos hace unir las dos puntas del ovillo de la trama de nuestra vida: los anclajes del pasado que nos constituyen (mamá, familia, cuerpo, personalidad y memoria) y el destino al cual caminamos (trascendencia, aprendizaje), que nos lleva a evolucionar, no negando el ayer sino construyendo nuestra identidad sobre esa base, pero transformándola.
Después de todo, la seguridad -“eso” que sentíamos prendidos a la teta de mamá- es el sentimiento que nos permite tener continuidad en el cambio permanente al que la vida nos convoca y arroja. Tener un corazón Mariposa Lily es estar abierto al porvenir, sin temer perdernos en el remolino del laberinto de nuestros afectos, el entretejido de nuestras relaciones o la maraña de nuestros sueños. Es sentir ganas de recitar en voz alta estos versos de Antonio Machado: Mi corazón espera / también hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera.
Es sentir que fluye, dentro de nosotros y como de una fuente inagotable, la fortaleza para enfrentar los desafíos de la vida. Que hay algo o alguien valioso dentro de nuestra ahora ordenada “habitación interior” (ésa de la que nos habla Milan Kundera en el epígrafe). Y es sentir, también, que nunca estamos solos o desamparados, porque habitamos una trama que nos da cobijo, albergue, protección y sustento, y que al mismo tiempo nos alienta a avanzar hacia el mañana sin temor y con la seguridad de que “nada nos puede faltar”.
EDUARDO H. GRECCO